Merzouga

Merzouga, la llamada “Perla del Desierto” de Marruecos, es un popular destino turístico para visitantes de todo el mundo y el más importante del Sáhara marroquí.

Este pequeño pueblo está situado en el sur de Marruecos, junto a las dunas de Er Chebbi, en el valle del río Ziz, a 50 kilómetros de Erfoud y a 130 kilómetros de Errachidia.

Marrakech

Marrakech, fundada por la dinastía almorávide en el siglo XI, es una dinámica ciudad con tres facetas. Combina la historia -su Medina (casco antiguo), grandes residencias, mezquitas, madrazas (escuelas coránicas) y antiguos palacios- con la modernidad de la ciudad nueva, que incluye barrios como Gueliz e Hivernage, creados por los franceses durante el Protectorado. También incluye a 16 kilómetros La Palmeraie (el palmeral de Marrakech): plantado en el siglo XII, antaño fue un oasis verde que cobijaba magníficas villas tras altos muros de adobe. Por desgracia, ha perdido gran parte de su esplendor a causa de la sequía y el desarrollo inmobiliario.

Marrakech, también conocida como la Ciudad Roja, es una vibrante mezcla de edificios ocres y rojos entrelazados con palmeras, buganvillas rosas y naranjos, todo ello coronado por un cielo azul brillante; todo se mezcla en un arco iris de colores deslumbrantes. Tiene una personalidad tan marcada que cuesta creer que esté a sólo tres horas de vuelo de Europa. La histórica Medina, con encantadores de serpientes, cuentacuentos y artistas de la henna. Las ricas tradiciones artesanales. Burros tirando de carros cargados, zocos laberínticos y bulliciosos, fiestas privadas ostentosas… es un hervidero de actividad.

Visitarlos es un estimulante asalto a los sentidos. Los zocos se llenan de amigables trueques, Jemaa El Fna se perfuma con especias aromáticas y carnes a la parrilla, y en la ciudad nueva, una cacofonía de bocinas, campanas y gente saludándose a gritos crea un concierto de bocinas, campanas y gente saludándose a gritos. Las sonrisas y la legendaria hospitalidad del pueblo marroquí, en cambio, permanecen con los visitantes mucho tiempo después de su partida.

Para nosotros, Marrakech es ante todo diversión. Es una ciudad vibrante y cosmopolita que tiene algo que ofrecer a todo el mundo: compras, cultura, deporte, espectáculos tradicionales o bares y discotecas de moda. Le ayudaremos a adaptar su estancia a sus intereses específicos.

El sol brilla todo el año y las temperaturas rara vez bajan de los 10°C, incluso en pleno invierno. “Es el lugar MÁS encantador del mundo”, dijo uno.

Fes

Fez, capital cultural de Marruecos, está situada a los pies del Medio Atlas y es la cuarta ciudad del país, con 1,4 millones de habitantes.

Es la más antigua de las ciudades imperiales, fundada en 789 en la orilla derecha del uadi Fez por Idris I, descendiente del Profeta. Su fundador, además de tribus indígenas, acogió a refugiados árabes expulsados de Córdoba tras una insurrección, formando el distrito, según los andalusíes. Su hijo Idriss II decidió ampliar la ciudad por la orilla izquierda, que tenía más agua, y convertirla en capital. Al principio acogió tanto a familias judías como a tunecinas, asentándose estas últimas al oeste del río, en el distrito de Kairuán. Fez se divide entonces en dos ciudades, una a cada lado del río, cada una con su propio recinto amurallado.

Este crisol de civilizaciones permite a la ciudad convertirse en cuestión de décadas en el centro económico, intelectual y religioso del país, al que cada comunidad aporta sus conocimientos técnicos, científicos y artísticos. Su ubicación en la fértil llanura del Saiss, en el cruce de las principales rutas de caravanas, también contribuyó a su rápido desarrollo.

Marrakech fue fundada en 1069 por el sultán almorávide Youssef Ben Tachfine, que no la convirtió en su capital. Derribó las murallas y fusionó las dos ciudades en una sola, unida por dos puentes. Fez perdió su estatus imperial pero disfrutó de un periodo de prosperidad.

El sultán almohade Abd el-Moumem entra en la ciudad a mediados del siglo XII. En aquella época, la reputación de Fez se extendía mucho más allá de las fronteras del país, y sus habitantes comerciaban con España, el África subsahariana y Oriente Próximo. Fez alcanzó su apogeo a principios del siglo XIV, después de que la debilitada dinastía almohade fuera expulsada por los meriníes, que la establecieron como capital.

En esa época, se construye una nueva ciudad, Fez el Jadid, en las alturas circundantes para albergar al califa, su corte y su ejército, y la ciudad vuelve a ser una urbe doble, con la medina de los habitantes a un lado y la ciudad administrativa y militar al otro. Es la edad de oro de las madrasas, o escuelas coránicas, con eruditos y estudiantes de todo el mundo islámico, sobre todo en Al-Qarawiyin, la primera universidad del mundo árabe, construida en el siglo IX, antes que Oxford o la Sorbona, gracias a Fátima Al-Fihria, su rica donante de Kairuán.

Mientras Europa se hundía en las tinieblas de la Inquisición, en Fez coexistían eruditos musulmanes, médicos judíos y humanistas cristianos, esos científicos sin fronteras que profundizaban sus conocimientos en geografía, química o matemáticas, estudiaban la literatura y las artes del mundo y hacían gala de una gran tolerancia y una profunda apertura, contribuyendo así al desarrollo de la refinada vida de la ciudad.

Ait ben Haddou

El ksar más famoso del valle del Ounila es Ait-Ben-Haddou, situado en las estribaciones de la ladera sur del Alto Atlas, en la provincia de Ouarzazate. At-Ben-Ksar Haddou es un sorprendente ejemplo de la arquitectura del sur de Marruecos. El ksar es ante todo una agrupación de viviendas.

Las casas se apiñan en el interior de las murallas defensivas, reforzadas por torres angulares y perforadas por una puerta deflectora -algunas modestas, otras parecen pequeños castillos urbanos con sus altas torres angulares y las partes superiores decoradas con motivos de ladrillos de arcilla-, pero también hay edificios y zonas comunitarias. Se trata de una extraordinaria colección de estructuras que ofrece una visión completa de las técnicas de construcción en tierra presaharianas. Aunque su estructura y técnica se difundieron desde una época muy temprana en los valles del sur de Marruecos, las construcciones más antiguas no parecen ser anteriores al siglo XVII. El lugar fue también uno de los muchos puestos comerciales a lo largo del valle del Dra y el paso de Tizi-n’Telouet, que conectaba el antiguo Sudán con Marrakech.

Arquitectónicamente, los barrios habitados constituyen un conjunto compacto, cerrado y suspendido. Una mezquita, una plaza pública, zonas de trilla de grano fuera de las murallas, una fortificación y un palomar en lo alto del pueblo, un caravasar, dos cementerios (musulmán y judío) y el santuario de San Sidi Ali o Amer forman parte de los espacios comunitarios del ksar. El ksar de Ait-Ben-Haddou es un ejemplo perfecto de la arquitectura de tierra de las regiones presaharianas de Marruecos.